El vicepresidente comunista Pablo Iglesias propone la creación de una “tasa de reconstrucción”. Esas tres palabras incluyen dos mentiras. La primera es que no estamos frente a una “reconstrucción”, pues no sufrimos ningún bombardeo. Tenemos que reactivar lo que las decisiones del gobierno han detenido: la economía. La segunda mentira es que no se trata de una “tasa” (contraprestación por un servicio que presta el estado), sino de un impuesto.
La propuesta mentirosa consiste en cobrar desde un 2% a los patrimonios netos que excedan de un millón de euros hasta un 3,5% a los que superen los cien millones. Iglesias cree que se podrían recaudar 11.000 millones de euros.
Lo de menos es la discusión de cuánto se podría recaudar (previsiones más fiables rebajan la cifra hasta 2.000 millones). Tampoco es demasiado relevante que, aunque ese impuesto recaudara lo que dice Pablo Iglesias, sería apenas una fracción del déficit fiscal que tendrá este año el estado (más de 100.000 millones de euros).
Creo que lo importante es que esta propuesta subraya algo que muchos parecen olvidar: que el vicepresidente Iglesias es, en sentido literal, un “antisistema”. Sus acciones van todas en la misma dirección: debilitar o destruir nuestro sistema de libertades, para avanzar en la construcción de otro similar al comunismo bolivariano.
Toda nuestra prosperidad se basa en el capital invertido (maquinaria, infraestructuras, capital humano, etc.), que es el resultado del ahorro de varias generaciones de españoles. Ese mayor capital invertido permite que en España, la productividad del trabajo (lo que produce, de media, cada trabajador), sea mucho mayor que la de Ecuador o Túnez.
La forma más eficaz para debilitar nuestra prosperidad es atacar el ahorro. Sin ahorro no hay forma de financiar la inversión. Sin inversión, en lugar de acumularse capital, se consume. Eso nos empobrece y nos hace menos libres, por ejemplo, porque se crea una sociedad más dependiente de las ayudas estatales. Tal es el objetivo de Iglesias, que por el mismo motivo alienta la creación de una “renta mínima”.
Todos los debates en torno a esta propuesta mentirosa (si sería mejor que hubiera más o menos tramos, si la progresividad es adecuada o no, cuánto se podría recaudar, etc.) son nimiedades frente a la evidencia: nuestra libertad está siendo atacada, paso a paso, desde dentro del propio gobierno, porque la irresponsabilidad y el sectarismo de Pedro Sánchez ha sumado al mismo a un grupo antisistema.
Los grandes patrimonios, amenazados por esta propuesta, son en parte responsables de esta situación. Los grandes empresarios son uno de los ejemplos más claros de las ventajas de la libertad: sobre la base de mucho esfuerzo, pudieron acumular, en relativamente pocos años, grandes fortunas. Durante el proceso contribuyeron al progreso de la sociedad, innovando, ofreciendo productos de calidad, creando empleo y pagando impuestos.
Sin embargo, aunque hay algunas excepciones, en general han confundido la necesaria “neutralidad política” (sus empresas deben trabajar con todos los gobiernos, sean de uno u otro signo, y eso se entiende) con una mala “neutralidad ideológica”. Los grandes empresarios, como beneficiarios fundamentales de la libertad, deberían ser los primeros en contribuir a difundir las ventajas de la libertad, para que fueran comprensibles por todos. Podrían hacerlo, incluso, de forma anónima, apoyando a alguna de las muchas asociaciones y medios de comunicación que día a día defienden la libertad en condiciones desiguales (basta asomarse a las redes sociales para saber de quiénes se trata).
Lo habitual es que, ante cualquier problema, la gente pida “ayudas del gobierno” y “regulación”, y vote en consecuencia. La gente demanda ser menos libre porque quienes debieron ilustrarla sobre las ventajas de la libertad no lo hicieron. Eso ha permitido el avance de los enemigos de la libertad.
Vamos perdiendo por goleada pero aún podemos empeorar muchísimo más. Si esos grandes empresarios, hoy ausentes en la defensa de la libertad, se sumaran a esta lucha, podríamos ya empezar la remontada.