Durante la última semana hemos asistido al último intento de Moncloa por desviar la atención desde su política irresponsable y rozando la negligencia hacia eslóganes políticos que venden en medios de comunicación, y especialmente en los afines.
Ha bastado un resquicio de Alberto Núñez Feijóo, un presidente que ha demostrado su preocupación (comprensible, por otra parte, ante las cifras que gotean desde el Ministerio de Sanidad) por la movilidad interterritorial para sacar a la luz una supuesta guerra entre regiones que, casualmente (nótese el tono irónico) afectaba a Madrid. Es lo que muchos medios han denominado la Madridfobia, cuyo único objetivo es generar un sentimiento de odio hacia los madrileños desde los medios mainstream afines al Gobierno por ser una región gobernada por un partido que no forma parte de él y, lo más importante, demostrar una capacidad de gestión notablemente más efectiva.
Esto, que parece un mensaje político, no es más que una reflexión económica de nivel básico. Más allá de sentimientos regionalistas, que no es más que la enésima prueba de la tozudez de la izquierda por dividir, debemos recordar que el sector del turismo es el 12% de nuestro PIB y una cifra ligeramente superior en términos de generación de puestos de trabajo. Además, el turismo doméstico supone el 50% del sector y parece evidente que ninguna región de un país tan castigado por el Covid19 como el nuestro va a rechazar uno de los motores de reactivación económica por un eslogan político.
La Comunidad de Madrid es origen del 18% de los viajes y el 22% de las pernoctaciones que se realizan en España. En 2019 los madrileños hicieron 6,6 millones de viajes a Castilla y León, 5,35 a Castilla La Mancha, 3,7 millones a Andalucía y 3,6 a la Comunidad Valenciana. Estamos hablando de un impacto de más de 1.300 millones de euros en el caso andaluz y de más de 1.000 millones en la Comunidad Valenciana o, dicho de otra manera, casi el 1% del PIB para ambas regiones. Teniendo en cuenta que España lleva 3 meses prácticamente cerrada, solo por este efecto las dos comunidades autónomas con mayor impacto económico derivado de la ignorante Madridfobia podrían estar ante caídas de su PIB ligeramente inferior a las 3 décimas. Debemos recordar, además, que este es un efecto directo, no tiene en cuenta los efectos colaterales.
La clara intención política de alentar la Madridfobia, por lo tanto, se diluye ante los intereses de los ciudadanos de a pie, que serán quienes sufran las consecuencias de la irresponsabilidad política. Lo que no será tan sencillo de recuperar, sin embargo, será el sector turístico, uno de los más afectados por esta crisis y de los que más están sintiendo el desaliento de las autoridades.
Debemos tener claro que estamos ante un sector que ya ha perdido 43.000 euros en los seis primeros meses del año, según Exceltur, y que, de seguir todo por el camino adecuado, podría pulverizar 83.000 millones de euros.
Las consecuencias no se han hecho esperar, y por eso hay 1,1 millones de personas cuyo empleo se ha visto afectado por el confinamiento, de las cuales unas 725.000, sencillamente, podrían no volver a su puesto de trabajo hasta el año que viene.
El fiasco del plan turístico
Hacer este tipo de llamadas mientras se da la espalda a un sector estratégico es, además de inmoral, una demostración de ignorancia política y gestora. Los 4.262 millones de euros presentados por el Gobierno de España es un nuevo plan de marketing que sólo pretende llenar líneas de periódicos pero no los puestos de trabajo que el Covid ha dejado vacíos. Para empezar, 2.500 millones son créditos con aval ICO, es decir, lo mismo que ya hizo al principio de la pandemia cuando presentó el macroplan de rescate con 100.000 millones de euros en avales. Para que se hagan una idea, Alemania ha destinado 12.400 millones a este sector, Francia 18.000 e Italia lo ha situado como uno de los principales ejes sobre los que ha versado su plan de 55.000 millones.
Las bajadas de impuestos y las medidas de flexibilización del mercado laboral, elementos fundamentales en prácticamente todos los países europeos, aquí brillan por su ausencia. Tan sólo una ligera bajada de tasas aeroportuarias, algo claramente insuficiente ante el shock que, indudablemente ha vivido el sector.
Mientras Grecia o Italia han abierto sus fronteras y no reciben portazos entre nuestros socios europeos cada vez que hay que publicitar su país entre los destinos turísticos más seguros y confiables desde el punto de vista sanitario, España continúa obcecado en una hoja de ruta ideológica que aleja al país de Europa y lo acerca a los países más intervencionistas de Latinoamérica.
En pleno estado de alarma el Congreso de los Diputados ha aprobado un nuevo impuesto a los plásticos de un solo uso, la tasa Tobin y la tasa Google, un impuesto sobre el que no hay acuerdo en ningún organismo multilateral y a buen seguro supondrá que los empresarios españoles tendrán que hacer frente a nuevos aranceles de Estados Unidos.
El enorme problema que hemos tenido en España a raíz de la pandemia del Covid19 no ha sido por la globalización, por falta de gasto público, ni por los desplazamientos de los madrileños dentro del país. Ha sido una gestión nefasta de manual que, si no tiene consecuencias judiciales, las tendrá desde el punto de vista político, y muy especialmente moral.
La Madridfobia es sólo una cortina de humo para tapar esa mala gestión. Una más de un gobierno que está en constante ataque contra la democracia liberal, contra sus valores y contra las instituciones que más la defienden. Porque el éxito de Madrid consiste, precisamente, en ser una región liberal desde hace varias décadas. Y no lo pueden soportar.
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