España se enfrenta a uno de sus momentos más complicados. El mercado da por hecho que el impacto económico que provocará la expansión del coronavirus y las drásticas medidas que ha tenido que tomar el Gobierno para frenar los contagios van a pasar factura a la actividad, el empleo, la deuda y el déficit.
El escenario es desolador a corto plazo y hay organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) que aseguran que podríamos vivir a nivel global una situación igual de crítica que cuando estalló la crisis en 2008, e incluso peor. La única buena noticia es que, al tratarse de un shock coyuntural, todo apunta a que la recuperación llegará rápido y con fuerza.
En el caso de España, los economistas dan el año por perdido y creen que en 2020 la economía entrará en recesión, que se destruirán más de un millón de empleos y que el déficit y la deuda públicos se dispararán. Veamos qué números están manejando de momento y bajo la premisa de que la situación de emergencia derivada del coronavirus esté bajo control antes de verano.
“La economía española se enfrenta a la emergencia de una crisis sanitaria sin precedentes que está teniendo de igual forma un impacto económico significativo. Los canales de transmisión son múltiples, provienen tanto por el lado de la oferta como por el de la demanda y está afectando a un elevado grupo de actividades que tienen una amplia participación sobre el PIB de la economía española”, sostiene Carlos Ruiz, director de estudios del Instituto de Estudios Económicos (IEE). Hasta la llegada del coronavirus, la previsión del mercado apuntaba a un crecimiento cercano al 1,6% durante este año.
En esa misma línea, Rafael Pampillón, profesor de IE University, recuerda que “hay cálculos que apuntan a que, por cada mes de confinamiento, el PIB pierde un punto. Por eso, no hay duda de que el crecimiento económico que hemos visto desde que la recuperación empezó en 2014 va a esfumarse”.
María Jesús Fernández, economista senior de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas), también cree que “la actividad va a entrar en recesión de forma clara y lo hará en todos los grandes países occidentales (Alemania, Francia, EEUU…). En el caso de España, la contracción superará ampliamente el 1% en términos anualizados durante 2020”.
Por su parte, Juan Carlos Higueras, analista económico y profesor de EAE Business School, no descarta que la caída llegue al 3% y tanto el servicios de estudios de BBVA como la Fundación Rafael del Pino y Fedea ya hablan de un descenso del 4%. En cualquier caso, todo apunta a que el presente ejercicio podría ser el peor en términos económicos de toda la democracia. De momento la referencia es 2009, cuando, en plena tormenta económica y financiera, el PIB retrocedió un 3,8%.
INE
Ahora bien, como recuerda el director de estudios del IEE, “este escenario dependerá de la prolongación del actual estado de alarma y de la resolución de los efectos principales de la crisis sanitaria y, por otro lado, del impacto de las medidas aprobadas para mitigar los efectos de esta crisis sobre la actividad económica. Por ello, es esencial que se articulen estas medidas lo antes posible”. En cambio, si la situación no está controlada en primavera, el desplome del PIB podría acercarse al 10% en el conjunto del año. Una tesis que ya manejan el banco de inversión estadounidense Goldman Sachs y la escuela de negocios IESE.
La lectura más esperanzadora es que todos ellos coinciden en señalar que serán especialmente malos los datos del segundo y tercer trimestre (de abril a septiembre), como consecuencia del parón del consumo, las exportaciones y el turismo, aunque todo apunta a que la economía empezará a remontar el vuelo en el cuarto trimestre y recuperará gran parte del terreno perdido durante 2021.
Adiós a más caídas del paro
Pasamos ahora al mercado laboral, que tampoco cuenta con unas previsiones esperanzadoras para 2020. Además del aluvión de trabajadores que se verán afectados por la fórmula del ERTE (expediente de regulación temporal de empleo, que supone una paralización del contrato y que el trabajador cobre el paro), se prevé la destrucción de cientos de miles de puestos de trabajo.
“En el escenario realista, un mes de restricciones casi totales y un descenso medio de un 30% de la actividad puede afectar en torno al medio millón de trabajadores”, sostiene Javier Blasco, director de Adecco Group Institute.
Pampillón, por su parte, cree que la tasa de paro en España ha tocado suelo y que, con una economía que ya estaba en desaceleración, una crisis como esta y otros factores adicionales de presión como el Brexit, “es muy difícil que baje a partir de ahora”.
En su opinión, lo más importante es intentar que la gente siga en plantilla y que, al margen de las medidas temporales, que “se mantenga todo lo posible el empleo para que, cuando salgamos de todo esto, la gente siga teniendo una renta. Porque si se destruye empleo, la tasa de paro volverá a dispararse”, señala.
Higueras va un paso más allá y recuerda que hay estudios que apuntan a una pérdida de entre uno y dos millones de puestos de trabajo si se cumplen las peores previsiones posibles (un parón económico superior y una extensión del periodo del estado de alarma). En ese caso, “la tasa de paro podría situarse entre el 18% y el 22%”, aclara. Actualmente, la tasa de desempleo se sitúa en el 13,8% (llegó a rozar el 27% en 2013), es la segunda más alta de Europa y supera varias veces la que registran Alemania, Reino Unido o EEUU.
Fuente: EPA del INE
Al igual que en el caso del PIB, los expertos llaman a la calma y prevén una fuerte mejora de los principales indicadores laborales de cara a final de año y, sobre todo, a lo largo del próximo ejercicio.
En cualquier caso, Adecco asegura que lo que sí está claro es que “una vez superada la crisis, habrá sectores que no podrán recuperar el consumo perdido (restauración, hostelería…). Los sectores más afectados serán aquellos con mayor presencia de pymes y autónomos, que se concentran mucho en el sector servicios, en el pequeño comercio y en actividades vinculadas al consumo, todas ellas muy dependientes de la capacidad adquisitiva de la población, mientras que otras actividades saldrán reforzadas, como la sanidad, gran parte del sector de la industria, la construcción, la alimentación, la logística y el transporte. Y también aquellas en las que se pueda trabajar en remoto, como la enseñanza, los trabajos de oficina, o las telecomunicaciones”.
Déficit y deuda, desbocados
Otras dos variables económicas que empeorarán con claridad como consecuencia de la crisis del coronavirus son el déficit y la deuda. ¿Y a qué nos enfrentamos? El consenso estima que el déficit público se disparará por encima del 5% y podría alcanzar el 10% (niveles máximos desde 2011, cuando los rumores de rescate internacional acechaban a la economía española) y que la deuda del conjunto de las Administraciones batirá récord al superar con holgura el 100% del PIB, frente al 98% actual.
Desde EAE Business School creen que entre las transferencias de dinero que el Estado realizará a las autonomías, las ayudas directas y vía avales destinadas a familias y empresas y la recaudación perdida por impuestos como el IRPF (por los ERTE, los despidos…), el IVA (por la caída del consumo) y Sociedades (menores beneficios de las empresas), “no sería de extrañar que el déficit se fuera a 50.000 o 100.000 millones de euros, y que tendrá que ser financiado vía deuda pública. Y esta cantidad, unida a la caída de la actividad, podría elevar su peso sobre el PIB hasta el 110-115%”.
Y este es el dato que más preocupa a economistas y empresarios, que lo califican como el gran problema de España a medio plazo. Sobre todo, porque durante los años de bonanza económica apenas ha mejorado esta variable.
“Lo dramático de este asunto es que, durante los años de recuperación económica, no hayamos sido capaces de reducir la deuda pública por mantener muchos gastos públicos innecesarios. Es un problema porque todo esto nos ha pillado muy endeudados y ahora que necesitamos gastar no contamos con ese recurso”, señala el profesor de IE University.
En esa línea, la economista senior de Funcas añade que “con las cuentas públicas más saneadas tendríamos más margen para poner en marcha medidas más contundentes, pero actualmente dependemos de las decisiones que tome Bruselas a nivel comunitario, de que el Banco Central Europeo (BCE) compre más deuda y alivie la situación financiera de las empresas y las primas de riesgo se mantengan controladas”.
Como consecuencia de todo esto, los expertos dan por hecho que el año que viene el Estado se verá obligado a realizar recortes del gasto público (sobre todo de subvenciones) al tratarse de una “economía de guerra”. La alternativa a no recortar el gasto sería subir impuestos, una decisión que sería contraproducente según los economistas consultados. “La palabra recortes está maldita, sobre todo cuando gobiernan partidos que apuestan por aumentar el gasto público. Lo que más necesitaría la economía son estímulos fiscales y bajar el IRPF, el IVA y los impuestos sobre los hidrocarburos (que suponen más de la mitad del precio), pero, como no lo veo compatible con los planes del Gobierno, habrá que eliminar gastos superfluos y recortar parte del Estado de Bienestar para evitar que los problemas vayan a más”, aclara el profesor de EAE.
El alivio de los vientos de cola
A pesar de todos estos problemas provocados por la expansión del covid-19 y de que las incertidumbres internacionales (el Brexit, la guerra comercial entre EEUU y China…), los expertos también ponen sobre la mesa que los principales vientos de cola que han impulsado la economía en los últimos años van a mantenerse, lo que ayudará a mitigar el mazazo económico.
Los principales son los bajos tipos de interés (seguirán en el 0,0% al menos hasta 2022), el bajo precio del petróleo (el Brent, la referencia en Europa, se mueve cerca de los 30 dólares por barril, con un desplome del 60% en lo que llevamos de año) y el debilitamiento del euro frente al dólar (en los últimos días se ha revalorizado por las ayudas anunciadas por la Reserva Federal).
Todo ello permitirá que las condiciones de financiación sigan siendo muy favorables a empresas y hogares, que España ahorre al importar crudo y que las exportaciones, que ya suponen una tercera parte de la actividad doméstica, se tomen un respiro.