Pocos economistas conocen tan bien los entresijos de la eurozona como Markus Brunnermeier (Baviera, Alemania, 1969). Este profesor de Princeton ha dedicado gran parte de su carrera profesional a entender la política monetaria, las burbujas y las crisis financieras de Europa. En 2016 publicó junto a Harold James y Jean Pierre-Landau ‘El euro y la batalla de las ideas‘, probablemente el mejor libro sobre la crisis del euro y las diferencias de pensamiento económico dentro de la Unión Europea.
Los tres economistas —un alemán, un británico y un francés— concluyeron la obra con una reflexión pesimista sobre el debate económico en Europa: todos pensaban tener la razón en términos morales. «En este momento, ningún lado entiende al otro y, en consecuencia, malinterpretan lo que el otro lado sostiene y lo atribuyen, en lugar de a motivos bien intencionados y constructivos, a deseos egoístas y siniestros planes maestros», escribieron. Ahora, en medio de una pandemia, Brunnermeier se reconoce más optimista que hace cuatro años.
Brunnermeier, en plena organización de una serie de webinars sobre las consecuencias del covid en la economía —con expertos del nivel de Larry Summers, Paul Krugman o Esther Duflo—, atiende a El Confidencial para hablar de las respuestas al coronavirus, del inusitado papel del Banco Central Europeo en la última década y de las fricciones ideológicas en Europa. Lanza varias advertencias, pero también un poco de esperanza: hay más solidaridad que en 2010-2011, tenemos más herramientas para evitar una nueva crisis del euro y, sobre todo, los europeos del norte y del sur empiezan a entender que, aunque el otro pueda no tener la razón, tiene motivos para pensar como piensa.
PREGUNTA. Primero todo el mundo se dirigió a los virólogos y los epidemiólogos para encontrar respuestas a este virus. Ahora nos hemos girado a los economistas. ¿Cómo de grave va a ser esta crisis y cuánto va a durar?
RESPUESTA. El desencadenante inicial es una crisis sanitaria. Pero después hay una amplificación, que lo hace todo mucho peor, y se convierte en un fenómeno económico. La crisis solo desaparecerá cuando solucionemos el factor sanitario. Lo que podemos hacer los economistas es descifrar cuánto se amplificará la crisis del covid y cuánto durará. El problema sanitario es muy grave porque la gente muere por el coronavirus, pero el problema económico es significativo. Lo más llamativo de esta crisis es que va a un ritmo vertiginoso, nunca hemos experimentado una crisis tan intimidante a escala global.
P. ¿Cuál cree que debería ser la prioridad número uno? ¿Qué es lo que más le preocupa a nivel económico?
R. El mayor peligro para nuestras sociedades es que haya una segunda ola, no solo por el componente sanitario, sino por el económico. Nuestra principal preocupación debería ser cómo gestionamos la apertura. Las empresas están invirtiendo mucho dinero para abrir adecuándose a las nuevas normas. Pero si hay una segunda ola del virus que nos golpea fuerte y nos tenemos que volver a encerrar, habrá bancarrotas en todos los sectores económicos. Tenemos que tener mucho cuidado en cómo abrimos los confinamientos y, sobre todo, minimizar la segunda ola. Si no, nos enfrentaremos a bancarrotas masivas.
P. Hace unos días, después de que Macron y Merkel llegaran a un acuerdo para el fondo de medio billón de euros contra el covid, algunos analistas hablaron de que la UE estaba ante su «momento hamiltoniano» (en referencia al instante en el que, después de la Guerra de Independencia de Estados Unidos, el país asumió la deuda de todos los estados). Líderes del norte de Europa, sin embargo, ironizaban estos comentarios recordando la cumbre de Meseberg de 2018 entre los mismos líderes que acabó siendo un fiasco. ¿Cuál de las dos exageraciones es la correcta?
R. Ambas son ciertas en cierto modo. Es un momento halmitoniano, porque el ministro de finanzas alemán habla como si lo fuera. Ha dado muchas entrevistas diciendo «esto es un momento histórico y es un gran cambio». Por supuesto, también tienes a otros países como Austria que recuerdan la cumbre de «Meseberg». Creo que Meseberg tiene que ser superado. Va a depender mucho del poder persuasivo de los países europeos para convencer a los que dudan de la propuesta francoalemana. Alemania está preparada. Es un gran comienzo, una gran oportunidad para la Unión Europea. Pero todavía queda mucho camino por recorrer.
P. ¿Considera usted que es un movimiento hacia la Unión Fiscal y la mutualización? Ken Rogoff recientemente dijo en una entrevista con ‘El País’ que si la UE era incapaz de mutualizar las deudas con miles de muertos encima de la mesa quizá se «esté perdiendo una década» o nos estemos enfrentando ante un futuro incierto del euro.
R. No es una mutualización de la deuda, sino que los nuevos gastos serán emitidos de forma mutualizada. Pero no servirá para la deuda existente. Los observadores estadounidenses muchas veces no entienden lo que está pasando en Europa ni la eurozona tan bien como lo entienden los propios europeos. No puedes simplemente mirar a los modelos y decir: «Europa debería hacer lo mismo que hicimos en Estados Unidos». La diferencia es que EEUU tardó 100 años en hacerlo y a Europa se le pide que lo haga en 20 o 10 años.
P. Algunos analistas han dicho que la decisión del Constitucional Alemán sobre la actuación del BCE y su decisión de «take back control», en palabras de Martin Wolf, podría presionar mucho a la Eurozona. ¿Cómo de importante para nuestro futuro ha sido el fallo del Constitucional alemán sobre el programa de compra de bonos y cómo podría afectar a otros países con deuda muy alta, como España?
R. Es una limitación importante que se tomará de forma muy seria por el gobierno alemán, pero no es tan grave como se está pintando. Se tomarán algunas medidas y la comunicación se mejorará en el seno del BCE. No creo que sea un golpe definitivo a las políticas monetarias del BCE. Tan solo limita un poco lo que puede hacer en situaciones extremas, pero no va a acabar con el euro.
P. Los bancos centrales han expandido su acción en la última década. ¿Cuánto han cambiado su rol? ¿Debería la UE cambiar el mandato del BCE y modificar los Tratados Europeos para asemejarse a la Reserva Federal Americana?
R. Las políticas monetarias tradicionales se preocupaban más por el tipo de interés a corto plazo. Ahora, sin embargo, ya no se puede bajar más el tipo de interés. La pregunta es: ¿Qué pueden hacer los bancos centrales antes de que se vuelvan demasiado políticos y pierdan su independencia? Estamos ante una pendiente peligrosa al asumir parte del trabajo de los gobiernos y de los bancos de desarrollo. Antes, cualquier elemento que conllevara algún riesgo o que implicara la opción del ‘default’ y, por lo tanto, de pérdidas, lo hacían los bancos de desarrollo o el brazo fiscal de los gobiernos. Y eso es lo que ocurre en Estados Unidos. La Reserva Federal no compra directamente bonos con riesgo, sino que compra a través de vehículos especiales, protegiendo la independencia de la Fed.
P. Y en Europa está siendo distinto.
R. El capital del BCE está mucho más amenazado porque puede ser golpeado con pérdidas de forma mucho más directa. En este sentido, el BCE ha sido mucho más agresivo que la Fed porque este último está protegido por sus tramos ‘equity’ en manos del Tesoro de EEUU. El banco central decide qué sector apoyar porque tiene un futuro o no. Y eso es un área muy peligrosa para un banco central porque estará sujeta al ‘lobby’ y a la presión política. ¿Es legítimo que los banco centrales puedan tomar estas decisiones? Es una pendiente muy resbaladiza.
P. En ese sentido, cada vez es más recurrente el comentario de que la política monetaria no es suficiente y que los gobiernos nacionales deben hacer su trabajo a través de políticas fiscales. A veces parece que algunos países se esconden detrás del BCE esperando un milagro. ¿Puede surgir un problema de legitimidad del BCE en los próximos años?
R. Exactamente. Es la forma más fácil de salir. La solución es alejar el problema del BCE. Una financiación distinta podría ser a través del banco de inversión europeo. Y este a su vez podría emitir bonos que fueran comprados por el BCE. Pero primero se usaría el capital de los bancos como garantía de los gobiernos nacionales antes de que se compren los bonos. Eso protege al BCE.
P. ¿Podemos estar ante una nueva crisis de la eurozona? ¿Volveremos a hablar de la prima de riesgo, o tenemos las herramientas para evitarla?
R. Estamos mucho mejor equipados. Tenemos las herramientas para evitar otra crisis del euro y para evitar un ‘shock’ en un país pequeño. ¿Pero una crisis en un país como España o Italia? Tendríamos que aumentar considerablemente el tamaño del ESM y demás. Pero eso es más fácil, se puede solucionar en un fin de semana. Hay un segundo elemento político muy importante. El virus fue un ‘shock’ exógeno y nadie tiene la culpa, mientras que en la crisis de 2008 la gente no paraba de quejarse contra otros países por tener déficits fiscales enormes o por la burbuja inmobiliaria. Ahora, con la crisis del coronavirus, nadie culpa a nadie por lo que está pasando. Hay más solidaridad y voluntad entre los políticos y los ciudadanos de toda Europa que la que había hace 10 años.
P. Un ejemplo sería haber desarrollado una Unión Bancaria en estos diez últimos años, ¿no?
R. La Unión Bancaria no está completamente equipada. Hay un problema en España, por ejemplo. Como respuesta a la crisis del coronavirus, Madrid decidió introducir una moratoria para las hipotecas. La gente no tiene que pagar sus hipotecas, las pueden retrasar. Y eso ha afectado a los bancos españoles, sujetos a las reglas de rescate europeas. Eso provoca que el problema español se convierta, de facto, en un problema europeo. Cada país europeo tiene un incentivo para trasladar el problema a un área que se traduzca en un problema europeo.
P. ¿Para conseguir ayudas europeas?
R. Exacto. Existe un riesgo creciente de que cada vez que haya un problema en un país se decida convertirlo en un problema bancario porque los bancos son regulados en Europa. Entonces se convierte en un problema europeo y nos tienen que ayudar. Y eso puede conducir a una reacción negativa en otras capitales. Porque esto, que en un principio no era un problema bancario, se ha convertido en un problema bancario porque tú querías conseguir fondos europeos.
P. ¿Qué riesgo hay de que se acabe convirtiendo en el círculo diabólico entre la deuda nacional y los balances de los bancos que describe en su libro?
R. El peligro depende mucho de las políticas que tomen los distintos países europeos. Si desvían un problema suyo al sector bancario, tendremos una crisis similar de nuevo. Obviamente el sistema se va a enfrentar a pérdidas y tienes que distribuirlas, pero de un modo que sea lo menos doloroso posible.
P. El otro día, Trump se quejaba de que los ciudadanos estadounidenses tuvieran que «rescatar» algunos estados demócratas en la gestión del coronavirus. Salvando las distancias, ¿cree que es posible que emerja la misma retórica en Europa conforme pasen los meses y se evidencie la mala gestión sanitaria en algunas regiones?
R. Tanto los estados azules como los rojos (Demócratas y Republicanos) han sido golpeados por la pandemia en Estados Unidos. Tanto Texas como California han recibido un golpe de forma similar. Es más una pelea de poder entre Washington y los estados. En Europa la pelea es sobre los fondos, no sobre el poder. Nadie quiere tener un control exclusivo sobre otros países, sino conseguir más fondos para afrontar la crisis.
P. Aun así, como ha dicho antes, estamos viendo una retórica distinta a la de 2010.
R. La solidaridad es mucho más alta ahora que durante la crisis del euro. Por supuesto, no hay solidaridad ilimitada y si un país abusa de los recursos podría desvanecerse. Hay que tener en cuenta que Alemania necesita que la UE salga bien parada de la crisis. No solo a nivel exportador. Las cadenas de valor europeas están muy entrelazadas. Si esta crisis afecta más a algunos países europeos, acabará afectando a Alemania. La crisis de 2008-2010 no fue tan mal para Alemania porque pudo redirigir sus exportaciones a países emergentes. Dejó de exportar tanto al sur de Europa y empezó a exportar a China, India, Indonesia… Ahora, estos países también han sido golpeados por la crisis. Alemania no tiene otra salida. Y eso explica por qué Alemania está siendo más generosa esta vez.