Vuelvo a recurrir a esta frase de la campaña electoral de Bill Clinton en 1992, porque, aunque sorprender no sorprende ya nada en la política española, y especialmente en la Cámara de Diputados, si entristece y abochorna el nivel y la incoherencia de lo que allí acontece, cada día más alejado de los intereses generales y de las preocupaciones de la calle. Sólo así puede explicarse, pero no entenderse, que justo el día después de que el Gobierno hiciera público un cuadro macroeconómico que reduce el crecimiento, dispara el gasto, renuncia al equilibrio presupuestario y frena la creación de empleo el Partido Popular, en teoría la oposición alternativa, obviara totalmente esta cuestión para centrar exclusivamente sus preguntas de control al Ejecutivo social populista en el «caso Ábalos» y Venezuela.

Asunto importante, cierto es, pero agotado salvo en su posible vertiente judicial y ajeno a lo que realmente interesa a una ciudadanía a la que lo único que le mueve y le preocupa es «el bolsillo y las cosas de comer», hoy seriamente amenazados por este escenario económico revisado que, a priori, sólo anticipa menos actividad económica, caída de inversiones, mayor desigualdad y endeudamiento, aumento del gasto, más impuestos y más paro, además de volver a colocarnos a las puertas de ese procedimiento de déficit excesivo con el que la Comisión Europea castiga a los países incumplidores por el despropósito de sus gobiernos.

Los españoles pagaremos fiscalmente el derroche de gasto improductivo

Si vamos a gastar 127.609 millones, un 3,8 por ciento más, creciendo menos, ya podemos empezar los españolitos de a pie a apretarse el cinturón y a sufrir un nuevo «atraco» fiscal para pagar el derroche de gasto improductivo, los favores a los nacionalistas e independentistas y la orgía de cargos públicos en un gobierno cuya prioridad ha sido y es hacer suyas esas palabras de Iñigo Errejón cuando aterrizaron en el Ayuntamiento de Madrid, instando a colocar a los amigos cuanto antes para cuando toque volver a ser oposición. Esa es su urgencia y su objetivo, que paga el pueblo y ellos ya son casta.

Y qué decir del desempleo. La hoja de ruta del Gobierno admite ya que la creación de puestos de trabajo sólo crecerá el 1,4 por ciento, casi un punto por debajo del 2,3 por ciento de 2019. Un objetivo que a pesar de su pobreza entra más en el terreno de la ficción que de la lógica sobre todo teniendo en cuenta que la economía española nunca ha creado empleo con tasas de crecimiento de la economía inferiores al 2 por ciento, salvo con la reforma laboral de 2012, la misma que este gabinete pretende derogar, movido más por inquinas ideológicas que por la sensatez.

Los economistas ya alertan de la destrucción de empleo

De hecho, tándem de ministras Calviño-Montero ya ha avisado de que el ritmo de creación de empleo será «ajustado a la desaceleración de la economía». Lo que en castellano vulgar y exento de retóricas se puede traducir porque ni está, ni se le espera. Y todo ello con el añadido de los efectos perniciosos del coronavirus de cuyas calamidades alertan ya las agencias de rating y los organismos internacionales.

Pero a tenor de lo visto en el Congreso, de esto ni se ocupan ni interesa a sus señorías del Grupo Popular con su presidente y secretario general a la cabeza, para mayor gloria y regocijo de un Pedro Sánchez, que se complace en observar como esa oposición a la que ni teme ni respeta, entra una y otra vez a los trapos que les pone en forma de pin parental, franquismo, Maduro o eutanasia, mientras se desentiende de lo que realmente le aterra y la hace daño. Una oposición que abandona también a los agricultores, ausentándose del debate parlamentario sobre unas protestas y reivindicaciones tan añejas como justas, cuando deberían colocarse al frente de la manifestación.

¡Es la economía, estúpidos!

 

Fuente: https://www.eleconomista.es/opinion-blogs/noticias/10358424/02/20/Es-la-economia-estupidos.html