Con la mirada puesta en el futuro, pero sin soltar de la mano las centenarias tradiciones que desde hace cuatro siglos atraen visitantes de manera incesante a la villa ducal. Con el orgullo de mantener vivas singulares costumbres heredadas de los ancestros, generación tras generación, pero con la amabilidad y espíritu acogedor con el que reciben a los turistas durante todo el año. Con la seguridad de ser uno de los lugares de peregrinación más importantes de la Comunidad Autónoma, al acoger el Sepulcro de Santa Teresa, y con la confianza que da el resto de la oferta cultural y de ocio que ofrece a los visitantes que buscan: recorrer la Historia de la Casa de Alba, de la Literatura en el Siglo de Oro, o de la exuberante naturaleza que ofrece el río Tormes y sus riberas, o la Vía Verde de la Plata.
Estas son las principales cartas de presentación de Alba de Tormes, una villa que puede presumir de la declaración como Conjunto Histórico de sus calles, en las que se han escrito algunas de las páginas más brillantes de la Historia del país en todos los ámbitos. Imprescindibles son algunos de sus grandes emblemas monumentales, pero también los gastronómicos, como los tradicionales “peces”, o los recorridos por calles tan únicas y singulares como la Judería, la visita al Castillo, a la milenaria iglesia de Santiago, o el paseo por el entramado urbano que lleva hasta la atalaya del parque de El Espolón, y las espectaculares vistas desde las Playas del Tormes, tanto las nuevas como las viejas.
A esto se añaden otras características que hacen necesaria una visita pausada a la localidad, como poder conocer sus cinco museos, cada uno con su singularidad, como el que acoge el Castillo y que invita a subir a su mirador para contemplar la vega del Tormes como tan sólo lo pueden hacer los pájaros; el tesoro de la Alfarería que fue durante cuatro siglos el oficio de decenas de familias; la Prehistoria de la mano del Padre Belda; el profundo conocimiento sobre Santa Teresa que aglutina su museo, o la exposición permanente sobre San Juan de la Cruz recién estrenada. Los sabios y literatos ya glosaban hace quinientos años su belleza y desde entonces no ha hecho más que aumentar, algo que ha logrado incluso el reconocimiento de sus fiestas, nacidas en 1614 y mantenidas con esmero y mimo hasta ahora, con la declaración de Interés Regional.
El próximo objetivo buscará alcanzar este marchamo de calidad a nivel nacional, algo para lo que cuentan con el aval de miles de visitantes.