Cáritas denuncia que hay seis millones de personas integradas pero precarias que se encuentran en el límite de la exclusión y que se suman a los 8,6 millones de individuos ya excluidos del sistema

Antes de la crisis económica, la pobreza se definía básicamente en función del empleo. Quien no tenía trabajo ni rentas era pobre. Quien sí lo tenía, se libraba de serlo. Ahora las cosas han cambiado y todo se complica. Hay personas con empleo pero que no llegan a fin de mes. Cobran un sueldo, pero están justo en la frontera. Viven en el alambre, con ingresos precarios. Están integrados pero al límite de la exclusión. Si hay un gasto imprevisto, se pasan al otro lado, ese en el que nadie quiere estar. Hay seis millones de personas en España en estas circunstancias (el 13% de la población), que se suman a los 8,6 millones de individuos ya excluidos (el 18,4% del total). Antes el empleo lo condicionaba todo, pero ahora la vivienda es el factor que provoca mayor exclusión social, por encima del paro. Un ciudadano con nómina puede cambiar de estatus de un día para otro con una simple subida del alquiler. Más de dos millones de personas viven en España con el miedo a perder su casa.

La pobreza evoluciona y adopta formas distintas, tal y como refleja el VIII Informe sobre Exclusión y Desarrollo Social en España, elaborado por la Fundación de Estudios Sociales y de Sociología Aplicada (Foessa) y que ha presentado este miércoles Cáritas Española. El trabajo son 598 páginas donde se relata cómo nos ha ido desde antes de la crisis (2007) pasando por su punto de inflexión (2013) y llegando hasta el momento presente (2018).

El vaso medio lleno lo pone que se han recuperado los niveles previos a la crisis en el caso de la integración plena, alcanzando cifras superiores al 48% e igualando la situación de 2007. La mitad de la población disfruta de integración plena y no se encuentra afectada por ningún rasgo de vulnerabilidad. Esta integración plena ha aumentado en el último lustro del 34% al 48%, lo que significa una mejora del 42%.

El vaso medio vacío tiene que ver con los que menos poseen, y ahí no hemos avanzado: 8,6 millones de personas se encuentran en el espacio de la exclusión social; son el 18,4% de la población. Suponen 1,2 millones más que en 2007, cuando el porcentaje era del 16%, aunque también es verdad que ha bajado en los últimos años, pues en 2013 se registró un pico que llegó al 25%.

Dentro de esa exclusión hay un tramo más concreto de exclusión severa, que afecta a 4,1 millones de personas (el 8,8%). Ahí se ha producido un aumento del 40% respecto a hace una década. Los pobres más pobres son más pobres y más numerosos que antes. De esos 4,1 millones, hay 1,8 en una situación límite, «casi sin posibilidad de retorno», el triple que en 2007. Cáritas detecta que casi el 9% de la población española ha dejado de comprar medicinas por problemas económicos, mientras que el 15% no va al dentista porque no puede permitírselo.

«Las condiciones de vida hoy son peores que las de hace 10 años, la situación mejora respecto a 2013, pero no alcanza los estándares de 2007», ha alertado Raúl Flores, secretario técnico de la Fundación Foessa, advirtiendo de las paradojas de estos tiempos en los que «puedes esforzarte y dejarte la piel, pero, aún así, no sales adelante». Por ejemplo, el 14% de los trabajadores está en exclusión social a pesar de tener un empleo. Y otro dato más: una mujer necesita trabajar 1,5 horas más al día para ganar lo mismo que un hombre. En el caso de las mujeres inmigrantes, esa 1,5 horas extra se convierten en dos horas.

«Podría hablarse de una recuperación a dos velocidades, que provoca un mayor distanciamiento entre los que viven una participación social integrada y quienes transitan por los espacios más alejados de la exclusión», advierte el informe, que alerta que, dentro del grupo de los integrados, hay cada vez más personas en el límite: esos seis millones «en una posición de gran debilidad, viviendo tan al día que un ligero empeoramiento de la situación socioeconómica haría que sus posibilidades de transitar hacia situaciones de exclusión sean muy elevadas».

Estas personas, a las que Cáritas llama «población insegura», son carne del populismo y del malestar. «Expresan su descontento de forma airada», advierte Guillermo Fernández, coordinador del trabajo. Sienten que los políticos les dan la espalda y se niegan a darles respaldo. «Les indigna que la sociedad segura se desentienda». Hay barrios, muy pobres, donde el 75% de sus habitantes no vota. Forman parte del denominado «precariado político». «Muestran un espacio de integración con bases más débiles y con una exclusión severa que se enquista en la estructura social».

Esas bases más débiles se reflejan, sobre todo, en un mapa autonómico desigual. Canarias es la comunidad con mayor porcentaje de población en exclusión social (el 29%), seguida de Extremadura (el 23%) y Baleares (el 21,5%). Ya no es la clásica diferencia entre el norte y el sur; ahora se incorpora un eje longitudinal oeste-este que ya se observó en 2013. Son distintas formas de salir de la crisis, en donde Castilla-La Mancha, «una comunidad autónoma tradicionalmente alineada en el eje sur, se ubica ahora más cerca de una situación intermedia».

¿Por qué Baleares obtiene tan mal resultados? Buena parte de la culpa la tiene el elevado precio de la vivienda.

El informe constata que «la vivienda es un motor elemental de la desigualdad y un factor clave en las dinámicas de exclusión social». «Una vivienda digna se está convirtiendo en un derecho humano inaccesible», advierte. Y dice también que un parque de alquiler social «casi inexistente», unido a la «falta casi total de ayudas directas al pago del alquiler» han provocado que el esfuerzo económico que deben soportar los hogares españoles para pagar esta renta haya crecido de forma sostenida en la última década hasta situarse entre los más elevados de Europa. En dos años el alquiler ha subido un 30% y el 70% de los desahucios ya son por motivo del impago de esta renta.

«Disponer de una vivienda en condiciones y desarrollar un trabajo digno y remunerado son los dos pilares básicos para sentirnos protagonistas en la sociedad. Los déficits en salud, educación y la soledad son otras tantas dimensiones que nos abocan a quedar aparcados de la vida social. Ocurre que el modo de salir de la Gran Recesión ha cuajado en vivienda inaccesible y empleos insuficientes. Los ingresos son escasos y el trabajo precario. Frente a ello, el precio de una vivienda y el coste de los alquileres son demasiado altos. Los jóvenes no se pueden emancipar y los mayores no se pueden calentar. La vivienda aparece para los jóvenes como una aspiración inaccesible desde el empleo y para los mayores como una carga difícil de mantener», reflexiona Antonio Izquierdo,catedrático de Sociología de la Universidad de La Coruña y uno de los autores del informe.

Explica, con números, que el 60% de la población vulnerable se ve afectada por la exclusión residencial, mientras que hay un 56% excluida por la carencia de empleo. «Y más cuánto mayor es su nivel de carencias vitales, de modo que los ciudadanos que viven en situación de exclusión severa aún notan más la inaccesibilidad de la vivienda (69%) que la del empleo (61%)», añade.

Las personas que acceden al alquiler son, además, las más vulnerables. Un tercio de los hogares de los dos quintiles más bajos de ingresos y más del 40% de los que sufren exclusión viven en alquiler. Uno de cada 10 hogares es de extrema dificultad para afrontar el coste de la vivienda por encontrarse con una carga excesiva en los cargos de la vivienda.

Además, en España, a diferencia de otros países, se mezcla el problema de la vivienda con la baja calidad del empleo, «un cóctel mortal», según los expertos: El 37% de los excluidos por el empleo lo es también por la vivienda.

Y todo ello, en un contexto que tiende al «individualismo» en el que, según denuncia Cáritas, cada vez las personas tienen menos vínculos afectivos y «se está perdiendo el sentimiento de comunidad». Lo llaman «la fatiga de la compasión»: el 51,3% de los individuos está menos dispuesto a ayudar a los demás que hace 10 años. Ha caído el índice de solidaridad y también la disponibilidad a pagar más impuestos a cambio de mejorar la situación de los que peor lo pasan.

¿CÓMO MIDE CÁRITAS LA EXCLUSIÓN SOCIAL?

El estudio de Cáritas utiliza el concepto de exclusión social, bajo el que recoge a personas que se alejan de la participación social normalizada. No miden sólo la pobreza en términos económicos, de renta o de empleo, sino también en función de la falta de vivienda, la salud, la educación, los lazos sociales, las relaciones afectivas o la participación política. Así, hasta 35 indicadores. A partir de esos indicadores construye cuatro espacios: integración plena, integración moderada, exclusión moderada y exclusión severa. El informe se realiza cada cinco años y en su elaboración ha participado un equipo de más de 500 personas: más de 100 profesores de 30 universidades y 350 encuestadores que han llamado a 139.000 hogares. Se completa con más de 1.000 referencias bibliográficas y 15 operaciones estadísticas.

Fuente: https://www.elmundo.es/espana/2019/06/12/5d000b3cfc6c83cb498b461d.html